Anthony Jackson, el visionario que reinventó la forma moderna de tocar el bajo, falleció el 19 de octubre de 2025. La confirmación llegó del guitarrista Al Di Meola, quien escribió en redes sociales: ‘Profundamente entristecido por la muerte de mi querido amigo y legendario bajista Anthony Jackson. Fue un verdadero innovador cuya genialidad con el contrabajo de seis cuerdas redefinió la música moderna.’
Fodera Guitars, con quienes Jackson colaboraba desde los años ochenta, también confirmó la noticia y lo honró como ‘uno de los bajistas más visionarios en la historia de nuestro instrumento’.
Nacido el 23 de junio de 1952 en Nueva York, Jackson comenzó con el piano antes de pasar a la guitarra y, finalmente —inspirado por la leyenda de Motown James Jamerson— encontrar su vocación en el bajo. Pero mientras otros se adaptaban al instrumento, Jackson adaptó el instrumento a su visión. En 1974, acudió al lutier Carl Thompson con una idea revolucionaria: un bajo de seis cuerdas afinado en cuartas (B-E-A-D-G-C), al que llamó “guitarra-contrabajo”.
‘¿Por qué cuatro es el estándar y no seis?’ se preguntaba Jackson. ‘Como miembro más grave de la familia de la guitarra, el instrumento debería haber tenido seis cuerdas desde el principio.’ Esa filosofía cambió el mundo del bajo para siempre.
La influencia de Jackson abarca más de 3.000 sesiones en más de 500 álbumes. Su línea de bajo punteada en “For the Love of Money” de The O’Jays se volvió icónica. Sentó las bases de “Gaucho” de Steely Dan, definió grooves para Chaka Khan y Paul Simon, y aportó su precisión a grabaciones de Michel Petrucciani, Chick Corea y Quincy Jones.
Sin embargo, su química musical más mágica quizás la reservó para su último gran proyecto: el Hiromi Trio Project. De 2011 a 2016 formó un trío con la virtuosa pianista japonesa Hiromi Uehara y el legendario baterista Simon Phillips, llevando los límites del jazz moderno más allá. Juntos grabaron cuatro álbumes: “Voice” (2011), “Move” (2012), “Alive” (2014) y “Spark” (2016), redefiniendo el arte del trío de piano con compases irregulares, grooves explosivos e interacción casi telepática.
La verdadera magia surgía en la interacción durante los solos de Hiromi, cuando Jackson y Phillips apoyaban, sugerían y respondían espontáneamente. El trío recorrió el mundo, dejando al público en silenciosa admiración. Para quienes tuvieron la suerte de verlos en directo, la presencia de Jackson fue inolvidable —sentado, siempre sentado— con una dignidad que impregnaba cada nota de significado. En este trío, su poder musical alcanzó su máximo: tres virtuosos respirando como un solo organismo, con su contrabajo como fundamento y arquitectura.
Los problemas de salud lo apartaron del escenario en 2016. Tras varios derrames cerebrales y un diagnóstico de párkinson, ofreció su última actuación en 2017, nuevamente junto a Hiromi y Phillips. Pasó los años siguientes en cuidados asistidos, pero nunca dejó su instrumento. En febrero de 2025, Shapeshifter Labs en Brooklyn organizó un concierto benéfico en su honor, con bajistas como Ron Carter y Victor Wooten.
Anthony Jackson no era un hombre que buscara los focos. Durante décadas rechazó ofertas para grabar álbumes en solitario, eligiendo la vida de músico acompañante antes que la fama. Pero en esa sombra creó luz. Cada línea de bajo era una obra de arquitectura, cada groove un plano de lo que podía ser posible.
Esa visión resuena ahora en generaciones de bajistas que han adoptado su contrabajo, en productores que regresan a sus sesiones, en músicos asombrados por lo que una sola persona puede lograr con un instrumento. Anthony Jackson no solo redefinió un instrumento, redefinió lo que significa ser bajista.
El legendario pionero de la contrabajo-guitarra, quien sentó las bases de más de 3.000 grabaciones, ha muerto a los 73 años.
Photo (c) Art Bromage