Hace dos años, Dhafer Youssef dejó al mundo boquiabierto con «Street of Minarets», un álbum en el que iconos del jazz como Herbie Hancock y Marcus Miller acompañaban al virtuoso tunecino del laúd en un vertiginoso recorrido por el territorio de la fusión. Era grandioso, explosivo y creado para llamar la atención. Con «Shiraz», su debut en el prestigioso sello alemán ACT Music, Youssef toma un camino radicalmente distinto. Mientras que su predecesor explotaba hacia afuera, este álbum gira hacia adentro. El resultado es una obra íntima que no destaca por su originalidad o por las sorpresas, sino por su calidez, su amor y su honestidad musical.
El álbum lleva el nombre de su esposa, la cineasta tunecina Shiraz Fradi, a quien está dedicado explícitamente. Narra la historia de su relación, la ternura, las turbulencias y la transformación que vivieron juntos cuando a Fradi le diagnosticaron cáncer. Esa carga personal se filtra en cada nota. No es una música que quiera impresionar; es una música que quiere conmover.
La flexibilidad camaleónica de Youssef se revela aquí en todo su esplendor. Mientras que «Street of Minarets» mostraba su virtuosismo y su capacidad para tocar con los grandes del mundo, «Shiraz» revela otra faceta: las raíces de muecín, profundamente incrustadas en su ADN. Nacido en la ciudad costera tunecina de Teboulba, nieto de un muecín, Youssef creció inmerso en la tradición sufí del canto islámico. En este álbum, esas raíces aparecen más claramente que nunca. Su voz, ese falsete característico que parece flotar entre lo terrenal y lo celestial, recibe aquí todo el espacio que necesita para respirar. El álbum tiene una inconfundible atmósfera ECM: abierta, amplia, contemplativa. La producción, en la que el guitarrista Nguyên Lê participó como mezclador, permite que el silencio funcione como un elemento musical pleno. Es una elección audaz en una época en la que muchos músicos llenan cada segundo por miedo al vacío. Youssef y su banda confían en la fuerza de lo que no se toca.
La banda merece una atención especial. Las superestrellas han desaparecido; en su lugar hay una formación joven y multinacional que suena hambrienta y alerta. El pianista español Daniel García Diego, compañero de sello en ACT y conocido por su fusión de jazz y flamenco, demuestra ser un socio perfecto. La interacción entre su piano y el laúd de Youssef es sencillamente hipnotizante: dos instrumentos de mundos distintos que se encuentran en un lenguaje común de melodía y emoción. En composiciones como «The Epistle of Love (Pt. 1)», se percibe la tradición hispano-árabe, un recuerdo de los siglos en los que las culturas del norte de África y de la península ibérica estaban profundamente entrelazadas. García Diego lleva esa historia en su interpretación, y resuena maravillosamente con las modalidades árabes de Youssef.
El trompetista austríaco Mario Rom, conocido por su trío Interzone, aporta una sensibilidad jazzística europea sin perturbar la atmósfera delicada. Su interpretación es contenida cuando debe serlo y expresiva cuando puede serlo. El bajista Swaéli Mbappé y el baterista Tao Ehrlich forman una sección rítmica que sostiene sin dominar. Y luego está Nguyên Lê, el guitarrista franco-vietnamita que colabora con Youssef desde 2006. Su diálogo musical, presente en cuatro temas, tiene algo casi telepático: dos músicos que completan las frases del otro sin palabras. La estructura tipo suite del álbum, con composiciones de dos y tres partes como «The Epistle of Love» y «Eyeblink and Eternity», da al conjunto una arquitectura casi clásica. No es una colección de piezas sueltas, sino un viaje completamente concebido. La riqueza está en los detalles: un giro armónico inesperado aquí, un momento de silencio absoluto allá, una melodía que regresa en una forma transformada.
Especialmente conmovedor es «Zakir Bhai Eternal Longing», un homenaje en dos partes a la leyenda de la tabla Zakir Hussain, con quien Youssef grabó el álbum «Sounds of Mirrors» en 2018. Hussain falleció en diciembre de 2024, poco después de las grabaciones de «Shiraz». Esto convierte la composición en algo más que una declaración musical: es una despedida de un espíritu afín. En una época en la que la autenticidad y la emoción se han vuelto bienes escasos en la música, Youssef entrega un álbum cargado de sentimiento como los que ya casi no se escuchan. «Shiraz» es tierno y delicado, en todos los sentidos el contrapunto a la exuberancia de «Street of Minarets». Confirma una vez más la versatilidad de este músico y compositor nato. Como dijo una vez en una entrevista con Maxazine: ‘Cantar, para mí, es como estar desnudo ante mi público.’ En «Shiraz», está más desnudo que nunca. Al igual que con «Street of Minarets», mantengo la silenciosa esperanza de que el tiempo permita que este álbum se convierta en un diez perfecto. Por ahora, es un sólido nueve, una puntuación que refleja la rara combinación de dominio técnico y profundidad emocional que Youssef alcanza aquí. (9/10) (ACT Music)
